Crisis de la Mediana Edad

Hoy escribo sobre la crisis de la mediana edad. Cierto, ha pasado un tiempo desde la última entrada en mi blog. Esto se debe a que no me siento cómoda con el concepto de generar una gran cantidad de artículos sólo por el afán de competir por obtener mayor presencia en la Internet. Por el contrario, cada una de mis entradas refleja un proceso interno de creatividad y experiencia profesional basada en la teoría con la que me identifico, consistente con el respeto de altos estándares éticos.

Desde hace algún tiempo, he estado pensando en el significado, y el impacto, de la crisis de la mediana edad. Es este un estado emocional, un estado físico/hormonal, o tal vez ambos? Cómo se combinan éstos? Este artículo no es un estudio de biología, sin embargo, evidencia la importancia de la interacción entre la mente y el cuerpo, y cómo se afectan entre sí.

Dicho en términos simples, esto no se trata de una situación de caos o interrupción, sino de una transición difícil pero natural hacia un nuevo equilibrio… Una transición de identidad y autoconfianza que puede ocurrir en personas de mediana edad, típicamente entre las edades de 40 y 60.

Punto de Inflexión

En 1965, Elliot Jacques se refirió a este importante punto de inflexión en nuestra existencia como crisis de la mediana edad. Jacques sugiere que esta etapa puede traer aparejado un cuestionamiento profundo sobre temas de mortalidad, significado y propósito en la vida. En principio, el período en que esto ocurre es durante la transición entre la primera y la segunda «mitad» de nuestras vidas. Este proceso no solo se desencadena al llegar a una cierta edad sino que, también, como consecuencia de acontecimientos tales como una enfermedad, una pérdida importante, un sentimiento de estancamiento o el darnos cuenta de que la vida pasa muy rápido no solo para nosotros, sino que igualmente para nuestros seres queridos. Algunos de los síntomas son sentirse abrumado, tener dificultad para tomar decisiones, aburrimiento, desafiar valores morales y creencias, pérdida de significado, envejecimiento y lucha con la imagen corporal, entre otros.

El Origen

Nuestra historia comienza cuando nacemos, ya sea dentro de una unidad parental, una familia, una determinada sociedad y cultura. Juntas, estas ‘instituciones’, conscientemente o no, influyen de forma preponderante en el tipo de hoja de ruta de vida que debemos seguir. Queremos, y se espera que realicemos, que completemos y que tengamos éxito en tareas y etapas tales como, por ejemplo, ir a la escuela, graduarnos de una institución de educación superior, encontrar un trabajo e independizarnos financieramente, encontrar pareja y establecernos, construir un familia y así sucesivamente.

Cambio de Rumbo

Este ‘rumbo’ es susceptible de cambiar aproximadamente cada 7 años. Podemos luchar, resistir o negar pero, al fin de cuentas, nos adaptamos y continuamos. Así es que aquí estamos, personas de mediana edad que hemos llegado a esa etapa de la vida en la que debemos sentirnos realizados y satisfechos. Hemos marcado todas las casillas que se nos dieron en esa hoja de ruta pero, es eso todo lo que hay? Y si no, qué viene luego? Durante esta parte del viaje solemos reflexionar y plantearnos preguntas relevantes respecto de nuestra identidad y nuestra vida, pero aún falta algo. Sentimos un vacío interior. Es como si se hubiese levantado un velo que deja al descubierto un estado de vacío doloroso y difícil de tolerar.

Mujer de mediana edad con los pelos erizados y gritando de desesperación

En cierto modo, podemos pensar en la crisis de la mediana edad como si estuviésemos ante una de esas viejas balanzas que el farmacéutico utilizaba para preparar unas ‘pociones’… Efectivamente, me refiero a las que consisten en dos platillos suspendidos a igual distancia de la aguja de la escala de lectura. Las recuerdan? Quizá a las generaciones más jóvenes les sea difícil identificarlas… Básicamente, un platillo representa el pasado o la primera mitad de nuestra vida durante la cual hemos estado muy ocupados realizando las tareas ‘externas’, procesando las experiencias y los aprendizajes de manera de lograr darles un sentido. Evaluamos esto último preguntándonos “¿Somos completamente felices, parcialmente felices o nada felices con este período de nuestras vidas?”, “Hemos aprovechado al máximo este tiempo?”, “Dejamos algunas heridas abiertas?”.

Cómo Afrontamos esta Crisis

Sin embargo, aún sentimos ese vacío que, para afrontarlo, algunas personas optan por aferrarse a sus años mozos sometiéndose por ejemplo, a tratamientos de cirugía estética, buscando parejas más jóvenes, experimentando con cambios dramáticos o, incluso, adoptando comportamientos adictivos. Otro tipo de ‘comportamiento evasivo’ puede ser la procrastinación o desarrollar hábitos sin sentido alguno los cuales equivalen a un auto-sabotaje. Lamentablemente, lo anterior refleja meramente estrategias que utilizamos para Rompecabezas que muestra parte de la cara de un hombre de mediana edadevitar experimentar nuestra realidad actual donde, muy probablemente, el único retorno será sólo una sensación superficial de alivio que de ninguna manera llenará el vacío de una manera saludable. Como es de esperar, en ese momento pueden surgir sentimientos de ansiedad y depresión.

Luego miramos el otro platillo de la balanza, que representa el futuro, o dicho de otro modo, la idea quede él tenemos. Éste está lleno de planes pero acompañado de un buen número de preguntas y una gran cantidad de incertidumbres y confusión. La verdad es que no sabemos qué hacer o cómo hacerlo, cómo usar la sabiduría que eventualmente hemos acumulado y ajustarnos a lo que se avecina con la esperanza de encontrar un camino satisfactorio para alcanzar este ansiado objetivo.

En su libro Dimensiones de una Nueva Identidad, Erik Erikson escribe: “Lo que soy en el espacio, cambia en el tiempo. Lo que fui, ahora está en mí, y en lo que me convierto es más que la suma de todo lo que he sido”. De alguna manera trae al primer plano el hecho de que hay un movimiento y una evolución continua asociada con un sentido del yo, al igual que el símbolo infinito, donde el pasado se encuentra con el presente y el que, a su vez, se proyecta hacia el futuro en un fluir constante.

No es Necesario Apanicarse

Pienso que, en la segunda mitad de nuestras vidas, nuestra atención se vuelca hacia nuestro mundo interior, nuestra capacidad de sentir y conectarnos a nuestro yo auténtico. Este es un proceso difícil y doloroso que requiere coraje para mirar hacia atrás y, con la mano en el corazón, reconocer lo bueno, lo malo y lo feo en nuestra vida para así poder explorar territorios antes desconocidos. También se requiere ser capaces de ver y expresar estos asuntos de manera que, en el proceso, replanteemos instancias de insatisfacción, desilusión, soledad o sinsentido para atender esas heridas abiertas y asuntos pendientes de manera que cicatricen en forma sana.

Dibujo de un león sentado con estrellas girando por sobre su cabeza

En el proceso, por supuesto, elaboramos la pérdida, el dolor y la aflicción de ‘desprendernos’ de ciertos aspectos de nosotros mismos. Simultáneamente, surgen otros aspectos que traen consigo una renovada energía que nos da fuerza para seguir adelante, abriendo un nuevo espacio para conectarnos con nosotros mismos, con nuestros próximos y con el resto del mundo.

Tal como he mencionado anteriormente, la crisis de la mediana edad es un proceso de transición normal, y es posible vivirlo de manera saludable. También se puede considerar como una oportunidad de crecimiento, reconexión y renovación. Sin embargo, a veces el camino puede hacerse difícil y, por lo tanto, es probable que necesitemos de apoyo externo para superar algunos ‘baches’ a lo largo de esta jornada.

Beneficios de la Terapia

Las terapias de conversación ofrecen diferentes enfoques para ayudar a las personas a navegar este período de transición. El viaje de cada cual será diferente en función de sus recursos internos, sus valores y sus objetivos de largo plazo. El beneficio del proceso terapéutico es un resultado directo del nivel de apertura y voluntad que trae el paciente al proceso terapéutico, al igual que su disposición para establecer una buena conexión con el terapeuta.

Algunas personas acuden a terapia sintiendo que su vida ya no tiene sentido, incapaces de tomar acción, y con sentimientos de aburrimiento y desesperanza. El proceso terapéutico ofrece un espacio donde éstos y/u otros aspectos multidimensionales de los síntomas son explorados, cuestionados y trabajados, ayudando así a conectarnos con nuestra intuición, y a redescubrir y apreciar nuestra sabiduría interna. Todo lo anterior contribuye a refundar la base sobre la cual podremos restablecer una nueva conexión con nosotros mismos y la integralidad de nuestra vida.