A Qué Lugar Pertenezco?
Ha pasado un tiempo desde la última vez que publiqué una entrada en mi blog. La verdad es que no me siento cómoda con el concepto de producir artículos en forma ‘masiva’. En cambio, tiendo a asegurarme de que cada una de mis publicaciones, respaldada por marcos teóricos y éticos, combine originalidad con experiencia profesional. He pensado frecuentemente a qué lugar pertenezco.
Hace algunas semanas, mientras me encontraba confinada en casa conforme a las instrucciones de las autoridades sanitarias sobre COVID-19, participé en una teleconferencia en línea con un grupo de jóvenes que desde hace algún tiempo llevan una vida de expatriados. El foco de la conversación se centró en el tema de ‘pertenencia’ y su significado.
Preguntas como dónde pertenezco, a qué pertenezco, qué significa el hogar y dónde anclamos nuestra pertenencia en este mundo surgieron como el común denominador.
Después de haber reflexionado respecto del resultado de dicha conversación, y confrontar éste con aspectos específicos de perspectivas teóricas en relación con este tema, pensé que sería una buena idea compartir lo que aprendí.
El concepto de ‘pertenencia’ es amplio y complejo en la medida en que aporta diferentes teorías abriendo el diálogo de múltiples disciplinas tales como religión, sociología, filosofía, psicología y otros.
El objetivo de este artículo es el de intentar arrojar algo de luz respecto de los problemas o inquietudes que nos llevan a hacer este tipo de preguntas, y porqué resulta tan difícil comprender cómo nos afectan estos asuntos no resueltos.
Para el propósito de este artículo, me limitaré a discurrir sobre este tema únicamente desde el punto de vista psicológico considerando las perspectivas del apego, identidad y conectividad.
Adónde pertenezco
Esta pregunta se relaciona, en particular, con conceptos de conexión y apego. Cuando nos hacemos esta pregunta, generalmente la asociamos con un lugar en particular al que típicamente llamamos ‘hogar’. Esto, a su vez, lo asociamos al lugar donde nacimos y/o crecimos, donde se encuentra la casa de nuestra familia y/o dónde vivimos en la actualidad.
Algunos dirían ‘pertenezco a mi hogar’. La idea de hogar va más allá que una simple ubicación física. De hecho, esto tiene más que ver con cómo nos sentimos en ese ambiente. Por ejemplo, la idea de hogar la asociamos con sentimientos de seguridad, aceptación, sentirnos en armonía y tranquilidad en ese ambiente. Estos sentimientos por separado o en conjuntos, nos dan ese sentido de pertenencia.
Cada uno de estos estados emocionales tienen un impacto en distintos niveles de profundidad en nuestro ser interior, y por lo tanto tienen un tienen relevancia en la forma en que experimentamos la vida.
Quedémonos, por un instante, con la idea de hogar. Entonces, la pregunta ‘dónde está el hogar’ puede responderse de diferentes maneras dependiendo de cómo experimentamos este ‘lugar’ en particular. Por ejemplo, algunas personas dicen que el hogar está asociado con su unidad familiar.
En este caso, pienso, dichas personas están un paso por delante del resto. Por qué? Simplemente porque en la medida que la familia se muda de un lugar a otro, el hogar se muda con ellos. Por lo tanto, y en principio, no dejamos atrás elementos que nos dan seguridad. Esto hace que sea más fácil salir y experimentar el mundo debido a que nuestra ‘base segura’ viaja con nosotros haciendo que el proceso de adaptación a un nuevo entorno se vuelva más fácil. Independientemente de lo anterior, cualquier cambio conlleva inevitablemente ciertas pérdidas que requerirán ser procesadas.
Lo Desconocido
Para otras personas, el hogar representa un lugar específico y todo lo que asociamos a éste, como por ejemplo personas importantes en nuestras vidas, recuerdos, la familiaridad del medio ambiente y el ritmo de vida del pueblo o la ciudad, entre otros. Todos estos elementos, por así decirlo, nos hacen sentir aceptados, seguros y tranquilos. Como consecuencia, cada vez que nos mudamos a otra ubicación, y estamos expuestos a lo ‘desconocido’, con frecuencia desencadena altos niveles de ansiedad, dificultando nuestra capacidad de adaptación al cambio. De cierta manera, este tipo de experiencia puede hacernos sentir ‘forasteros’ o, dicho de otra manera, recordarnos ese sentimiento de no pertenecer a ese lugar.
Esta situación se vuelve más compleja ya que sentimos que lo que quedó atrás fue mucho mejor. Por otro lado, el hecho de que sigamos pensando en lo que perdimos nos impide conectarnos con el aquí y ahora de la experiencia. Esto significa que inconscientemente nos negamos la oportunidad de disfrutar de las maravillas de las nuevas y diversas experiencias que, en la mayoría de los casos, contribuyen efectivamente a nuestro crecimiento personal.
Un resultado interesante de esta experiencia, a la que finalmente nos adaptamos (y no des-adaptamos) al nuevo entorno, es la realización de que la idea de hogar se vuelve más flexible. En otras palabras, ese fuerte vínculo que teníamos con lo que asociábamos con el hogar, puede evolucionar.
Durante nuestra etapa formativa, el significado del hogar se internaliza como una base que representa tanto un refugio que nos da la seguridad de estar a salvo, así como una especie de trampolín desde el cual saltamos para explorar y experimentar el mundo. Un apego saludable y seguro con esta base contribuye a desarrollar un sentido de sí mismo sólido y equilibrado.
A qué pertenezco
En este caso, veremos la relación entre conectividad e identidad. Estamos hablando de un lugar físico específico, o del hecho de que lo asociamos y lo relacionamos con una combinación de otros aspectos tales como la ubicación geográfica, las resonancias emocionales, los apegos, las imágenes y/o nuestros recuerdos?
A estas alturas de la reflexión, pienso que es importante revisar algunos conceptos teóricos para que podamos comprender mejor cómo están involucrados los procesos subyacentes.
No se puede negar el hecho de que somos mamíferos y que nos vinculamos socialmente. Esto significa que, desde el día en que nacemos hasta nuestro último aliento en esta tierra, nuestra arquitectura neuronal, nuestras vidas emocionales, y las experiencias y dinámicas interpersonales están formadas por la necesidad de conectarse con otras personas, costumbres y el medio ambiente. Desde el primer día, el proceso de conexión funciona como un intercambio entre los mundos externo e interno.
El Mapa Emocional
Este es un proceso básico a nivel inconsciente que implica la internalización de una experiencia, en la medida que nos relacionamos con el entorno. El ‘material’ que se internaliza e integra en nuestro ser interno formará parte de nuestra composición como individuos. Esto se convierte en una especie de mapa emocional que usamos para comprender las relaciones y las experiencias, y al mismo tiempo da forma a la manera en que interactuamos con el mundo.
Estamos ‘cableados’ o programados para desarrollar vínculos emocionales que crean y fortalecen la relación con otras personas, con objetos y/o lugares. Estas conexiones son esenciales en nuestra existencia. Al
gunas de ellas muy relevantes en el proceso del desarrollo interno, las que al ser tan profundas, se entrelazan en la complejidad del ‘yo’
Si tuviera que describir la Teoría del Apego de John Bowlby de una manera excesivamente simplificada, diría que él argumenta que las relaciones son la base de la teoría del desarrollo de la personalidad, que integra realidades externas e internas a través de dinámicas relacionales.
Apego, conectividad, identidad y pertenencia…..
Para ilustrar lo anterior, consideremos por ejemplo los distintos sistemas internos tales como; el fisiológico, cognitivo, emocional y psicológico. Estos sistemas, que se encuentran separados pero interconectados, trabajan continuamente dentro de nosotros mismos como una máquina, dándonos vida. Por lo tanto, cuando uno de estos sistemas está fuera de ritmo, los otros se ven afectados de una u otra forma. Por ejemplo, estoy casi segura de que, cada vez que experimentas altos niveles de ansiedad, tu estómago se revuelve o tienes un fuerte dolor de cabeza.
Sistemas y Procesos
Profundicemos un poco más en este concepto y consideremos la existencia de dos sistemas adicionales como parte de esta máquina. El primer sistema, que llamaremos A, trabaja activamente con procesos como el apego, la conexión, la identidad y la pertenencia. El segundo sistema, que llamaremos B, es el que tiene la tarea de utilizar las percepciones, sentimientos, pensamientos, acciones y narrativas.
Existen dos niveles de actividad. Uno está relacionado con la interacción entre procesos que residen dentro de cada sistema. El otro se relaciona con el hecho de que los sistemas A y B se comunican perfectamente entre sí. Es a través de la interacción entre estos sistemas que damos sentido y encontramos significado a las experiencias que tenemos en la vida. Lo anterior lleva a la construcción de una narrativa interna o una historia de vida que nos contamos a nosotros mismos. Ésta, limita nuestras elecciones y acciones y, a veces, incluso refuerza cosas sobre nosotros mismos en las que ya creemos, convirtiéndose en el pilar de nuestra identidad.
Aunque el proceso de identidad puede entenderse de muchas maneras diferentes, debo admitir que la perspectiva de Oliver Sacks es aquella con la que más cómoda me siento. Ésta se podría resumir de la siguiente manera:
Cada uno de nosotros tiene una historia de vida, una narración interna cuya continuidad y sentido definen nuestras vidas. En cierto modo, cada uno de nosotros construye y vive su propia narrativa, en la que se basan nuestras identidades. Esta narrativa se construye continuamente, inconscientemente, a través de nuestras percepciones, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones y, no menos importante, nuestro discurso interno y nuestras narraciones verbales.
Biológica, fisiológicamente, no somos tan diferentes los unos de los otros. Históricamente, en términos de narrativa, cada uno de nosotros somos únicos.
Oliver Sacks agrega que «un hombre necesita tal narrativa, una narrativa interna continua, para mantener su identidad, su ser».
Algo más respecto de pertenencia…..
Si lo piensas, probablemente puedas hacer un paralelo entre las hebras de una madeja de lana, con las ideas de; apego, conexión, pertenencia e identidad, las que están entretejidas en el tapiz del ‘yo’. A medida que nos hacemos más y más conscientes de estos procesos internos, nos entendemos a nosotros mismos como seres psicológicos, en constante búsqueda de quiénes somos en relación con nosotros mismos y el mundo externo, y cómo encajamos en él. Mis clientes asocian lo anterior a la unidad familiar, la relación con una pareja, un grupo de personas, trabajos, hogar, a sí mismos, etc.
Cualquiera que sea la forma en que cada uno de nosotros experimente un sentido de pertenencia, esto nos hace sentir seguros, reconocidos, valorados y emocionalmente equilibrados. Todo esto promueve el desarrollo de un sentido de sí mismo sólido e integrado que permite hacer frente a los aspectos caóticos de la vida, y es capaz de organizarlos en experiencias coherentes que proporcionan una plataforma estable, saludable y equilibrada desde la cual la vida se experimenta como una magnífica aventura.